El mundo ha cambiado más en 20 años que en todo un siglo. La velocidad tiene sus ventajas, pero también desventajas. La inmediatez de poder ser localizado desde cualquier rincón del planeta nos conecta, pero a menudo nos genera ansiedad. Ya no disfrutamos de la serenidad y la paz que antes teníamos.
Confundimos tener amigos en redes sociales como Facebook, donde nos agregan con un clic, con la profundidad de las relaciones que requieren tiempo y experiencias compartidas.
¿A dónde nos lleva todo esto? En su Elogio de la lentitud, el periodista canadiense Carl Honoré nos advierte sobre los peligros de apresurarnos:
“Correr no es siempre la mejor manera de actuar. La evolución opera sobre el principio de la supervivencia de los más aptos, no de los más rápidos. No olvidemos quién ganó la carrera entre la tortuga y la liebre. A medida que nos apresuramos por la vida, cargando más cosas hora tras hora, nos estiramos como una goma elástica hacia el punto de ruptura.”
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